sábado, 30 de enero de 2010

Cementerios nucleares y de los otros


Queridos lectores,

En estas fechas hay cierta polémica por la ubicación del depósito de residuos nucleares; agrupaciones ecologistas y ciudadanos preocupados (por el efecto ambiental) luchan por que no se ubiquen cerca de sus localidades, mientras que alcaldes y ciudadanos preocupados (por el efecto del paro) aspiran a ser la futura sede de este almacén centralizado, no por masoquismo si no por los evidentes beneficios económicos que supondrá tener una inyección constante de dinero en sus municipios. Una vez más, el debate se plantea como una confrontación entre el idealismo medioambiental y el realismo de las necesidades económicas, entre los anhelos bienintencionados e infantiles de un mundo mejor y el análisis frío y objetivo de la realidad, que implica esfuerzos y sacrificios para mantener esta sociedad. Sin embargo, el supuesto análisis de costes y beneficios que decanta la balanza del lado del almacén centralizado de residuos nucleares no incluye todas las variables, y si lo hiciera el resultado sería bastante inquietante.

En este almacén se pretende almacenar durante un período de cien años los residuos nucleares de toda España, tanto los de baja como los de media y alta intensidad. Los residuos estarán dispuestos en contenedores estancos con tres capas de protección, y serán almacenados dentro de unos silos, englobados dentro de una instalación hecha de hormigón reforzado a prueba de terremotos e incluso del impacto de un caza. Se podría pensar que el diseño de la instalación está un tanto sobredimensionado, pero si se tiene en cuenta el riesgo que habría si estos residuos quedaran expuestos al medio ambiente cualquier precaución es poca. Los residuos de más alta actividad, como el plutonio, no son sólo radiactivos sino que además son muy tóxicos, y cantidades mínimas filtradas en el acuífero podrían contaminar hasta niveles letales el abastecimiento de aguas de todas las poblaciones en un radio de varias decenas de kilómetros, eventualmente incluso a centenares de kilómetros si no se pusiera coto a su dispersión. Por tanto, toda medida de protección es justificada y en ese sentido quienes han diseñado el almacén han hecho sin duda correctamente su trabajo. No hay que olvidar que los residuos radiactivos emiten una cantidad de calor nada desdeñable, y eso unido al carácter corrosivo de ciertas sustancias que se forman, e incluso al riesgo de corrosión a largo plazo de la humedad ambiental, hacen aconsejable sustituir los bidones de almacenamiento cada cierto tiempo (del orden de 50 o 100 años) y llegado el caso sustituir el propio almacén, comenzando desde cero; por eso se le da al almacén una vida útil de 100 años. El riesgo es tan elevado que cualquier precaución es poca.

Una de las cosas que primero llama la atención al analizar los costes y beneficios de la energía nuclear es que se minusvaloran los costes asociados a la gestión de los residuos. Esto es lógico: es la práctica normal de todas las industrias en Occidente; los costes ambientales están externalizados (otro los paga) y no se incluyen en el balance de resultados. Lo que es particular de la energía nuclear es que sus residuos tienen una gran letalidad en el corto plazo (de tal modo que al público general le es fácil establecer la conexión causa-afecto) y que son peligrosos durante virtualmente toda la eternidad (centenares de miles de años, que para la escala humana es como decir para siempre). Si se tuviera en cuenta el gasto constante y eterno de la gestión de los residuos es más que dudoso que la energía nuclear sea realmente rentable (salvo que los arrojemos al mar o en un país del Tercer Mundo, como se hacía antes).

Pero si a esto añadimos el oil crash... entonces el problema toma un tinte siniestro. Porque dentro de 100 años, cuando deberíamos renovar el almacén, no tendremos la energía, ni la capacidad técnica, ni posiblemente el conocimiento para hacerlo. Porque la sociedad de dentro de 100 años no tendrá ni la décima parte de la energía de la que disponemos hoy en día, y tendrá que destinar la mayoría de sus recursos a la agricultura, a alimentar la población. Y esa sociedad, en la que afortunadamente el que esto escribe y quienes ahora me leen ya no estaremos, tendrá que gestionar la bomba de relojería del almacén de residuos nucleares. En definitiva, el alcalde que firme la aceptación del almacén en su término municipal está firmando la condena a muerte de toda su comarca y posiblemente de un área decenas de kilómetros a la redonda. Y esta condena a muerte se cumplirá; puede que no en 100 años, pero seguramente en 200 o 300 años. Cuando uno tiene 500.000 años por delante para esperar a que los residuos de alta radiactividad cesen de ser letales, un plazo de unos pocos siglos no es realmente relevante.

Y si ya comienzan a removerse inquietos en su sillón mientras esto leen, piensen que en realidad los problemas se van a presentar mucho antes. Porque la crisis económica creciente va a hacer cada vez más complicado mantener una instalación tan complicada, y costosa energéticamente (el almacenamiento debe ser refrigerado para que la temperatura no supere los 400ºC, cosa no trivial si se tiene en cuenta que los residuos emiten bastante calor). ¿Cuántos años podrá el Gobierno de turno mantener al 100% los costes de esta instalación no productiva, mientras el paro va escalando al 25, al 30, al 40%? ¿Cuánto tiempo se podrá garantizar el suministro eléctrico para la refrigeración y la gestión en general? ¿Cuánto tiempo se podrán mantener todos esos puestos? ¿Cómo se evitará la degradación de la formación de los futuros técnicos en una sociedad que colapsa? ¿Dónde habrá facultades que ejerciten en un saber que sólo será marginalmente útil, al haber desaparecido las centrales nucleares? Como tantas otras instalaciones de la sociedad industrial, su viabilidad se basa en el supuesto insostenible de una sociedad pujante y en crecimiento constante. Y esto se compadece mal de un nuevo escenario de precariedad creciente.

No hay una solución fácil a este problema, porque la alternativa es dejar los residuos en las centrales con idénticos o agravados problemas. Entonces, ¿qué? Quizá buscar un lugar en el mundo, lo más alejado de todo, que convertir en una tierra yerma y muerta para siempre. Donde enterrar nuestra vergüenza y nuestra soberbia. Donde crear, literalmente, el infierno en la tierra. O si no, esperar a que los residuos maten a nuestros nietos o a nuestros bisnietos.

Bienvenidos a la gestión imposible del desastre.

AT.

lunes, 25 de enero de 2010

La energía nuclear: una opción con más pasado que futuro


Durante mucho tiempo creí que la opción nuclear era la baza que los gobiernos guardaban escondida en la manga para cuando las cosas se torcieran mucho con el suministro de petróleo. Al fin y al cabo, la energía de origen nuclear es relativamente limpia (dejando de lado la cuestión de la gestión de los residuos, que merece una anotación aparte) y de una gran densidad energética. De hecho, cuando se citan los posibles problemas de futuro del suministro de petróleo, se suele mencionar la energía nuclear como un puntal donde apoyarnos en tanto que hacemos la transición a un futuro alimentado sólo con energías renovables. Por ese motivo, hay importantes grupos de apoyo a la energía nuclear que defienden que debemos apostar fuertemente por esta fuente para evitar la futura escasez energética. Es por ello sorprendente que ni las autoridades ni la industria estén haciendo movimientos claros para expandir la implantación nuclear, y en particular en España, donde los movimientos anti-nucleares no tienen tanta fuerza como en Alemania. ¿O quizá no es tan sorprendente?

El año pasado, Michael Dittmar, doctor en Física e investigador en el Instituto de Física de Partículas de Zurich, publicó una serie de noticias convidadas en The Oil Drum acerca de los hechos de la energía nuclear y su futuro. La serie lleva por título, bastante significativo, "El futuro de la energía nuclear: ¿hechos o ficción?". Pueden encontrar la versión original en inglés de estas noticias en los siguientes enlaces: Parte I, Parte II, Parte III y Parte IV. En ellos, el Dr. Dittmar analiza profusamente el estado actual de la energía nuclear, desde los reactores de fisión convencional, pasando por los reactores de cuarta generación hasta llegar a los avances en fusión nuclear (en su impagable Parte IV explica por qué siempre faltan 50 años para el primer reactor comercial de fusión nuclear). En esta noticia nos concentraremos en las tres primeras partes; son textos largos pero merece la pena estudiarlos. Para aquellos que no sepan leer inglés he aquí un resumen de los hechos más relevantes.

El Dr. Dittmar se ha tomado la molestia de analizar con detalle toda una serie de
los informes anuales de la Agencia Internacional de la Energía Nuclear, los llamados Libros Rojos, para determinar el estado actual de las reservas de uranio. Es un esfuerzo encomiable y muy de agradecer, entre otras cosas porque el mencionado Libro Rojo cuesta la friolera de 10.000 euros (!). Bien, dejando los detalles pesados al margen éste es el resumen de la situación:

Hechos:

- En 2008 se consumieron en el mundo el equivalente a 65.000 toneladas de uranio natural.
- Las minas de uranio sólo proporcionaron unas 44.000 toneladas de ese uranio. Las 21.000 toneladas restantes fueron extraídas de las llamadas reservas secundarias.
- Estas reservas secundarias son simplemente uranio extraído y no usado, acumulado principalmente durante la década de los 80 en la que es obtenía más de lo que se usaba. El Dr. Dittmar estima en unas 50.000 toneladas el uranio acumulado en las reservas secundarias civiles y en unas 500.000 toneladas el de las reservas militares, repartidas estas últimas principalmente entre EE.UU. y Rusia.
- Se estima que al ritmo actual las reservas civiles se agotarán en 3-4 años. Es imposible saber que harán EE.UU. y Rusia con sus reservas militares (una parte del cual están en forma de armas atómicas), pero es dudoso que las compartan.
- El pico principal de extracción de uranio se alcanzó en 1980, en que se extrajeron casi 70.000 toneladas. En aquel momento, debido al exceso de oferta se decidió reducir la extracción, y desde hace más de diez años la extracción ha ido incrementándose de nuevo. Se estima que el pico secundario tendrá lugar en 2040 y será inferior a 55.000 toneladas, con lo que faltarán siempre al menos 10.000 toneladas para suministrar las necesidades actuales.
- Para terminarlo de agravar, el 50% del combustible nuclear usado en EE.UU. proviene del desmantelamiento de misiles rusos, con un contrato que liga a los rusos hasta 2013 y que Rusia ya ha anunciado que no tiene interés en renovar.

Consecuencias que se extraen de estos datos:

- De aquí en 3 o 4 años, como mucho, desaparecidas las reservas civiles de uranio y si EE.UU. y Rusia no venden en el mercado libre su uranio militar habrá una demanda insatisfecha en el mundo de un 30% del uranio que se consume hoy en día. Eso significa que un 30% de las centrales nucleares tendrán que parar (!), aunque el porcentaje podría disminuir si los militares estadounidenses y rusos ceden parte de su uranio a sus compatriotas civiles. En todo caso, es dudoso que la escasez afecte a menos de un 15 o 20% de las centrales. España en particular tiene una difícil papeleta aquí.
- El incremento de extracción de uranio previsto hasta 2040 no permitirá, ni por asomo, una expansión en gran escala de la energía nuclear; antes al contrario, el parque de centrales nucleares tendrá que reducirse en un 15% o más.
- Según el geólogo Kenneth Deffeyes, la concentración de uranio sigue una ley log-normal, lo cual significa que hay muchos menos filones de gran concentración de uranio y muchos más de escasa concentración de lo que usualmente se espera (es decir, con una distribución normal). Hoy en día es normal triturar una tonelada de roca para recuperar un kilo de uranio, pero en breve dependeremos más de filones donde se habrán de triturar 10 o más toneladas de roca para extraer ese kilo de uranio natural. En una situación de costes de operación de maquinaria creciente (por la subida de los combustibles) es dudoso que tal operación sea económicamente viable.


Conclusión:

La energía nuclear no tiene ningún futuro. Es más, deberíamos estar ya preparándonos para gestionar su pérdida, que va ser más brusca y discontinua que la del petróleo (por el efecto de las reservas secundarias).

Para despedirme:

Dos enlaces relacionados:

Noticia sobre el mismo tema en un blog amigo: Se acaba el chollo

En Francia, que hasta hace poco era una orgullosa exportadora de electricidad gracias a su gran flota de centrales nucleares, este invierno han tenido que importar electricidad y sufrir apagones. El problema: la empresa suministradora Areva no está trayendo el uranio requerido ni llevándose el usado para reprocesar. Cuando las barbas de tu vecino veas cortar... Enlace a la noticia publicada en Times Online aquí (en inglés).

AT.

Por qué la fecha exacta del oil peak es irrelevante


Queridos lectores,

La comunidad de estudiosos del cénit de producción de petróleo lleva muchos años intentando convencer a la sociedad y a los políticos de la gravedad de la amenaza que supone el Peak Oil y que ésta es bien real y próxima. Pero tantos años luchando por hacer oír su voz en medio de un corifeo de intereses corporativos e infantiles negaciones ha llevado a algunos, en mi opinión, a perder un poco de perspectiva y a concentrarse excesivamente en intentar dar una estimación muy precisa de cuál es el momento en el que efectivamente se llega al cénit, al máximo de producción. Tal énfasis es un poco inútil; primero, porque tendríamos que experimentar varios años de declive para que éste fuera ya innegable, y a esas alturas poco importaría tener razón. Por otro lado, no hace falta que la producción comience a declinar para empezar a sufrir los efectos nocivos de la carestía de petróleo. De hecho, la situación actual ya es tremendamente perjudicial.

Después de los shocks petroleros que causó la guerra de Irak e Irán a principios de los 80, la producción de petróleo ascendió a un ritmo casi constante del 1.8% desde 1985 a 2005. Desde 2005, la producción se mantiene en torno a 85 o 85.5 millones de barriles diarios (Mb/d), fluctuando en torno a este valor en 0.5 Mb/d arriba o abajo (ver gráfica aquí). La capacidad ociosa de la OPEP (esto es, la cantidad de petróleo que podrían producir pero que no producen para mantener el precio estable) fue disminuyendo en este último período, revelando que había realmente un problema para incrementar la producción, y en 2008 esta capacidad ociosa fue prácticamente cero. No es por tanto casualidad que en Julio de 2008 el precio del barril de petróleo llegara a su máximo histórico (incluso corrigiendo la inflación) de casi 150$.

El futuro no es muy halagüeño. El economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) ha alertado recientemente que la producción de los campos de petróleo están en franco declive, de en torno al 6.7% anual. En su último informe anual, la IEA alerta que, debido a la crisis económica, la inversión en exploración y desarrollo de campos de gas y de petróleo ha caído un 19%, lo cual hará difícil (o directamente imposible) que se pueda poner en línea nueva producción para compensar la enorme caída de los campos existentes. Es por tanto más que probable que en pocos años veamos un fuerte declive de la producción. Sin embargo, incluso si la producción se mantiene la situación será grave para la OCDE y para España en particular.

Un análisis reciente de Stuart Staniford en Early Warning revela que, incluso si la producción se mantiene en los niveles actuales, debido a la pujanza de China, India, Brasil y otros países emergentes, el consumo en la OCDE deberá retroceder al menos un 30% respecto a los niveles de 2005. De hecho, el consumo de la OCDE ya ha reculado hoy, en 2010, en torno a un 15% respecto a 2005 (EE.UU. ha pasado de su máximo de 21.5 Mb/d en 2007 a 19.5 Mb/d actualmente, España ha pasado de 1.6 Mb/d en 2006 a 1.35 en la actualidad). Según Mariano Marzo, cada retroceso en consumo de petróleo de un 1% comporta un retroceso del PIB del 0.3% (y es que, como ya discutiremos en ocasiones ulteriores, el único modo de hacer crecer el PIB es aumentando el consumo de energía, y si decrece el consumo de energía decrece el PIB). Por tanto, lo que nos espera es que hacia 2015 nuestro PIB será un 9%, como mínimo, inferior al de 2005. Y eso contando con que la producción de petróleo no decaiga. Confiemos en que los nuevos proyectos de Irak puedan compensar el declive, aunque la crisis hace que caiga la inversión, como hemos dicho, y que el declive se agrave. Y es que la bajada desde el pico de Hubbert será más rápido de lo que predice la teoría.

Bienvenidos a la recesión permanente.

AT.

domingo, 24 de enero de 2010

Para empezar


Queridos, aunque hipotéticos, lectores:

Haciendo caso de algunas sugerencias, comienzo hoy este blog dedicado a analizar la crisis energética y cómo nos va a afectar en el futuro más que próximo. Para un lector desavisado, que no sepa de qué va esto, no resulta fácil comenzar con este tema. En primer lugar, porque las conclusiones a las que se llegan repugnan a la razón y son desagradables de aceptar. Sin embargo, mientras no superemos nuestra actual fase de negación del problema no podremos empezar a poner los medios para solucionarlo.

Creo que en primer lugar debería hablar un poco de mí (y así dar por terminado tan bochornoso trámite). Me llamo Antonio Turiel, soy Científico Titular del CSIC en el Institut de Ciències del Mar de Barcelona, en el Departamento de Oceanografía Física. Mi especialidad (si es que tengo alguna) es el tratamiento de datos en teledetección para usos oceanográficos. Es fácil darse cuenta, pues, de que mi formación no es precisamente en geopolítica o recursos energéticos. Sin embargo, que uno no sea un investigador en un tema no descarta que el tema le interese. Y este me interesa, y mucho, como creo que en realidad interesa a todo el mundo. Puesto que nos estamos jugando nuestro futuro y, posiblemente, nuestra vida en él.

Hace unos diez años que conozco este problema, el del oil crash, y desde entonces lo he seguido desde una cierta distancia. Sin embargo, el agravamiento de las circunstancias me movió hace unos meses a compilar toda la información que pude encontrar sobre el tema y preparar una presentación; puedes ver su versión más actual aquí. He repetido esta charla unas cuatro veces, en foros diversos, y aún espero repetirla unas cuantas veces más.

Ésta es la anotación inicial de este cuaderno de bitácora, así que qué menos que dar un par de referencias breves de qué estoy hablando. Estoy hablando del final de la era del petróleo barato, lo que en resumidas cuentas significa el final de la era del petróleo y el final del crecimiento económico. Sabíamos que la cantidad de petróleo que hay en el planeta Tierra era finita, y tarde o temprano tenían que llegar los problemas. Pues bien, ya están aquí. Porque los problemas no empiezan cuando el petróleo se agota, sino cuando se ha consumido aproximadamente la mitad, cuando la producción ya no puede crecer más y empieza a declinar. A eso se le llama cénit de producción o oil peak. Y a sus consecuencias sobre la economía es lo que se llama el oil crash.


Seguiremos hablando de todo esto. Para quien quiera leer un poco más, consulte este post introductorio en The Oil Drum (en inglés).

Bienvenidos al final de la fiesta.

AT.